El grito. Imagen muy expresiva donde aparece un elemento peculiar expresionista: la sinestesia. La barandilla hace alusión a la pérdida de orientación, a la huida. Este cuadro, como exponente de la corriente expresionista nórdica a la que Munch pertenecía, expresa las emociones y sentimientos de su autor.
Situados, físicamente, frente al cuadro, el sonido es inaudible, el desamparo parece incomprensible. Para reforzar el silencio angustioso del grito, vemos a dos paseantes que no se conmueven ante ese desamparo. Resulta difícil resistirse a la influencia de la locura que intenta transmitir el hombre que está situado en primer plano con la boca abierta y con las manos tapándose los oídos para no escuchar su propio e incontenible grito que es, también, el grito de la naturaleza. El "gritador" está reducido a una mísera apariencia ondulante en un paisaje de delirio.
El grito es un grito sobre el sentido de la existencia. Ante la angustia existencial hay dos soluciones. Olvidar las preguntas que no tienen respuesta, y huir. Es la postura adoptada por los dos paseantes que siguen las líneas rectas hacia la inexistencia del punto de huida. O bien dudar de la propia existencia. Esta última es la que adopta el "gritador". Su cuerpo, sus manos, su cabeza, su boca, su grito se diluyen en las líneas curvas del océano y el cielo fusionándose. El ambiente, las leyes, las reglas de la sociedad, simbolizadas por la balaustrada derecha, no pueden detener esta disolución.
Paradójicamente, dudando de su propia existencia, el "gritador" se esfuerza en demostrar su alteración. Aunque sus trazos se diluyen, se distingue perfectamente su cara. Este no es el caso de los dos paseantes que no son más que dos sombras oscuras. Eligiendo las certezas simbolizadas por las líneas rectas, su existencia desaparece en el olvido. El "gritador" es el elemento notable del cuadro.
Habría que dilucidar si Munch trataba de expresar su propia angustia personal o la desesperación del hombre (en abstracto), frente a un mundo convulsionado por la revolución económica e industrial, la pobreza de las clases trabajadoras y la injusticia social.
Situados, físicamente, frente al cuadro, el sonido es inaudible, el desamparo parece incomprensible. Para reforzar el silencio angustioso del grito, vemos a dos paseantes que no se conmueven ante ese desamparo. Resulta difícil resistirse a la influencia de la locura que intenta transmitir el hombre que está situado en primer plano con la boca abierta y con las manos tapándose los oídos para no escuchar su propio e incontenible grito que es, también, el grito de la naturaleza. El "gritador" está reducido a una mísera apariencia ondulante en un paisaje de delirio.
El grito es un grito sobre el sentido de la existencia. Ante la angustia existencial hay dos soluciones. Olvidar las preguntas que no tienen respuesta, y huir. Es la postura adoptada por los dos paseantes que siguen las líneas rectas hacia la inexistencia del punto de huida. O bien dudar de la propia existencia. Esta última es la que adopta el "gritador". Su cuerpo, sus manos, su cabeza, su boca, su grito se diluyen en las líneas curvas del océano y el cielo fusionándose. El ambiente, las leyes, las reglas de la sociedad, simbolizadas por la balaustrada derecha, no pueden detener esta disolución.
Paradójicamente, dudando de su propia existencia, el "gritador" se esfuerza en demostrar su alteración. Aunque sus trazos se diluyen, se distingue perfectamente su cara. Este no es el caso de los dos paseantes que no son más que dos sombras oscuras. Eligiendo las certezas simbolizadas por las líneas rectas, su existencia desaparece en el olvido. El "gritador" es el elemento notable del cuadro.
Habría que dilucidar si Munch trataba de expresar su propia angustia personal o la desesperación del hombre (en abstracto), frente a un mundo convulsionado por la revolución económica e industrial, la pobreza de las clases trabajadoras y la injusticia social.
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